jueves, 17 de mayo de 2018

Ray Bradbury III

El hombre ilustrado se movía en sueños. Se volvía a un lado y a otro, y con cada movimiento una escena nueva comenzaba a animarse, y le coloreaba la espalda, el brazo, la muñeca. El hombre ilustrado alzó una mano sobre la oscura hierba de la noche. Los dedos se abrieron y allí, en su palma, otra ilustración nació a la vida. El hombre ilustrado se volvió hacia mí y allí en su pecho había un espacio vacío, negro y estrellado, profundo, y algo se movía entre esas mismas estrellas, algo que caía en la oscuridad, que caía, mientras yo lo miraba...

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