domingo, 9 de septiembre de 2012

Oliverio Girondo. Cansancio.



Cansado. 
¡Sí! 
Cansado 
de usar un solo bazo, 
dos labios, 
veinte dedos, 
no sé cuántas palabras, 
no sé cuantos recuerdos, 
grisáceos, 
fragmentarios. 
Cansado, 
muy cansado 
de este frío esqueleto, 
tan púdico, 
tan casto, 
que cuando se desnude 
no sabrá si es el mismo 
que usé mientras vivía. 
Cansado. 
¡Sí! 
Cansado 
por carecer de antenas, 
de un ojo en cada omóplato 
y de una cola autentica, 
alegre 
desatada, 
y no este rabo hipócrita, 
degenerado, 
enano. 
Cansado, 
sobre todo, 
de estar siempre conmigo, 
de hallarme cada día, 
cuando termina el sueño, 
allí, donde me encuentre, 
con las mismas narices 
y con las mismas piernas; 
como si no deseara 
esperar la rompiente con un cutis de playa, 
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia, 
acariciar la tierra con un vientre de oruga, 
y vivir, unos meses, adentro de una piedra.

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